jueves, 2 de diciembre de 2021

La agonía de las ceremonias de premios

 



Cuando era adolescente, la noche en que se llevan a acabo los premios MTV era supremamente especial, pues podía ver a mis artistas favoritas ser reconocidos y sentirme parte de sus triunfos, además de, en algunas ocasiones, verlos tocar en vivo, algo que por aquel entonces parecía un sueño distante. Tan especial como la ceremonia de entrega de premios, era el día después. Recuerdo llegar al colegio a debatir intensamente con mis amigos sobre la presentación de Metallica en 1996, el desenfado absoluto de Marilyn Manson en 1997, el "mal genio" de Liam Gallagher sobre el escenario en el 96, y la apertura de la ceremonia de ese mismo año a cargo de los Smashing Pumpkins. Pero esa euforia anual de repente se acabó, y ahora los premios son tan importantes como un cero a la izquierda. 

Los Oscar, premios que solían ser vistos por alrededor de 40 millones de personas, en los últimos años ya no llegan ni a 30. Aún es una cantidad importante de televidentes, pero el declive en el interés en este tipo de eventos ha aumentado considerablemente, pero ¿por qué? Aquí analizo posibles causas.

1. Nos vamos volviendo viejos

Seamos realistas. El tiempo nos alcanza a todos y hace que nuestros intereses cambien. Algunos están muy ocupados trabajando o cambiando pañales como para aguantarse 4 horas de televisión. Otros prefieren leer un libro mientras toman un vaso caliente de té verde. Lo que nos atraía como adolescentes no necesariamente nos atrae en otras etapas de la vida. Los canales, al tanto de esto, diseñan las entregas de premios con un target joven en mente. Aquellos que gritan al ver a sus artistas predilectos caminar por la alfombra roja, los que aún invierten grandes sumas de dinero en discos, conciertos, camisetas, esos son los importantes. Nosotros, los canosos, no. 



2. ¡Hay demasiados premios!

Hace dos décadas (quizás algo más) los premios que "tocaba ver" eran los Oscar, los Grammy, los Billboard, los MTV, y los Emmy. De un momento a otro comenzaron a aparecer eventos de galardones al por mayor, más de los necesarios. Por más que amemos a algunos artistas, verlos cada dos semanas (o menos) pierde sorpresa y magia. Más cuando podemos verlos con mucha frecuencia en sus redes sociales, ya no necesitamos verlos por 5 minutos en una entrega de premios.


3. Los mismos besando el trasero de los mismos.

Las entregas de premios se convirtieron en eventos predecibles y monótonos. Cada temporada de premios llega con los mismos actores, grupos, músicos nominados. Así como las mismas películas, canciones y álbumes, lo cual lleva a que todas los premios sean básicamente una copia de los otros. Los mismos presentadores adulando a los mismos actores y músicos, diciéndose que son los mejores y que sin ellos nada sería igual. Los mismos artistas tomando el escenario para cantar las mismas canciones y luego recibir un premio que probablemente ni merecían. 


4. ¿Se premia realmente lo mejor?

La industria del entretenimiento quiero meternos los dedos en la boca y hacernos creer que no sabemos nada y que ella lo sabe todo. ¿Cómo puede uno creer que los cuatro gatos que nominan a determinada categoría son realmente lo mejor que hay? No hay forma de saber eso, a menos que quienes escogen a los nominados hayan hecho la perfectamente imposible tarea de oír toda la música del mundo y ver todas las películas. Usualmente se equivocan, por ejemplo: en 1989 Metallica perdió a manos de Jethro Tull el premio en la categoría de Mejor artista de hard rock/heavy metal. ¿Es Jethro Tull hard rock o heavy metal? NO. Duff McKagan, bajista de Guns N' Roses, alguna vez dijo no entender los premios en la música, pues el arte no es un deporte, por ende, no debería haber competencia.


5. Ya no nos importa aquello que no podemos controlar

Con la llegada de nuevas tecnologías cada vez estamos más en control del contenido que consumimos. En los 90 nos tocaba recibir lo que la industria del entretenimiento nos quería dar. Si teníamos tres canales de televisión y no daban sino 3 películas a la misma hora y ninguna nos gustaba, nos tocaba ver alguna o apagar el televisor. Simple. Hoy, podemos escoger qué ver, qué oír. Incluso, podemos esperar al día siguiente y buscar en Youtube algún momento específico de una ceremonia, y sin tener que aguantarnos hasta que dicho momento suceda, casi de la misma manera en la que ya no tenemos que llamar a una emisora a pedir una canción. Ya no queremos que un grupo de ejecutivos aburridos nos digan que la mejor película es esta o aquella, que la mejor canción del año es la de Pepito o Fulanito. Lo mejor es lo que a nosotros nos gusta. Punto. Es por esto que una vez llega diciembre, millones de personas en todo el mundo, me incluyo, esperamos con ansias el Spotify Wrapped, algo así como nuestra propia entrega de premios en la que la famosa aplicación de música y podcasts nos cuenta qué fue lo que más escuchamos. Lo amamos porque lo controlamos. 











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