miércoles, 7 de abril de 2021

Cuando el grunge y la literatura se cruzaron

 


No es nada extraño que el mundo de la música nos dé colaboraciones que parecieran carecer de todo sentido: Lou Reed y Metallica, Sting y Shaggy, Jack White y Alicia Keys, entre otras tantas. Lo que si es extraño es cuando dos formas distintas de arte se juntan, más aún cuando dos líderes de la contracultura están involucrados. Ese fue el caso de Kurt Cobain, cabeza del movimiento del rock alternativo de los 90 con Nirvana, y William S. Burroughs, una de las caras más visibles de los escritores de la llamada Generación Beat. 

Si bien a William S. Burroughs no le gustaba la música estridente de Cobain, lo suyo era el blues, el líder de Nirvana le tenía una gran admiración. Era uno de sus ídolos. Uno años después de la muerte del músico, sus diarios fueron publicados. En una entrada Cobain señalaba que le encantaba "todo lo que empieza por B: Bukowski, Beckett, pero sobre todo Burroughs". Unos meses antes de la muerte de Kurt, ambos artistas se reunieron. Hablaron un rato, y el escritor regaló a Cobain un autorretrato debidamente autografiado. Sobre el encuentro, Burroughs admitió que el cantante y guitarrista "es un chico raro. Frunce el ceño sin ningún motivo". Cuando se supo del suicidio del líder de Nirvana, Burroughs dijo que "él ya estaba muerto".

Pero el encuentro entre ambos no se quedó solo ahí. En 1992 los dos grabaron juntos lo que tiene que ser una de las piezas musicales más raras en la historia de la música: The "Priest" They Called Him, una grabación de casi 10 minutos en la que Burroughs recita The Junky's Christmas, una de sus historias cortas, mientras Cobain toca en su altamente distorsionada guitarra una versión de la canción navideña Silent Night y To Anacreon in Heaven, tema oficial de una sociedad inglesa de músicos amateur del siglo XVIII. Burroughs grabó su parte en septiembre de 1992, mientras Cobain hizo lo suyo en noviembre del mismo año. En la portada del sencillo aparece Krist Novoselic, bajista de Nirvana, interpretando a The Priest, protagonista del relato de la canción.

El track tuvo cero rotación comercial debido a su extraña naturaleza, pero hace parte del legado de Cobain, a quien probablemente nunca nos cansaremos de escuchar, incluso si se trata de él haciendo ruido con su guitarra por 9 minutos 41 segundos. 






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