Era el año 2010, yo trabajaba en la Superestación (antigua 88.9). Frente a mí, al otro lado de la mesa de trabajo, estaba Teto Ocampo hablándome de su proyecto Mucho Indio, con el cual, además de hacer música con raíces indígenas, pretendía enaltecer el legado social y cultural de nuestros indios. Para la entrevista, llevó su guitarra y tocó algunas canciones para nosotros y la audiencia. Charlamos un largo rato, se notaba que le apasionaba la música que estaba haciendo y la causa detrás de esta. Después de un rato, el productor me comenzó a hacer desde su cubículo para que hiciera una pausa en la entrevista. Yo, y esto lo confieso 13 años después, era consciente de que llevábamos mucho tiempo hablando y era necesario ir a comerciales, pero hice caso omiso de la orden de mi superior, pues Teto estaba "embalado" y contando todo tipo de cosas bacanas. No podía frenarlo en seco. Sabía que era una entrevista con un invitado ilustre.
Teto era un todo un aventurero musical. Si tocaba colgarse la guitarra para reivindicar la cultura indígena, se colgaba la guitarra. Si el plan era hacer parte de Jesucristo Superestrella, ahí estaba. Cuando Sidestepper lo invocó para mezclar beats electrónicos con folclor, acudió a la cita. Pero quizás donde más brilló fue en la banda de Carlos Vives, haciendo parte de dos discos esenciales de la carrera del cantante: Clásicos de la provincia y la Tierra del olvido, considerado por muchos como el mejor disco de la historia de la música colombiana. Sin su aporte, esa visión de vallenato rock de Vives no hubiera sido lo mismo.
Paz en su tumba. Que su legado de riesgos sonoros nunca sean olvidados.