Sobresalir en un grupo de rock nunca ha sido tarea fácil, mucho menos cuando se tiene de compañeros a Mick Jagger y Keith Richards, dos huracanes sobre el escenario y fuera de él. Fue precisamente ser diferente lo que hizo que Charlie no pasara desapercibido. Jagger y Richards eran los encargados de prender las luces, Watts era quien las mantenía encendidas con su pulcritud a la hora de tocar. Dicha elegancia y caballerosidad en su interpretación de la batería eran fiel reflejo de su carácter y personalidad. Rara vez se le veía mal vestido. Rara vez se le escuchaba fuera de tiempo. Rara vez (más bien nunca) se sabía algo escandaloso de él. Estuvo con la misma mujer desde 1964, fidelidad inusual en el mundo del rock.
Tras su fallecimiento en Londres a los 80 años, deja un inmenso legado junto a los Rolling Stones, banda en la que estuvo desde 1963, siendo -junto a Jagger y Richards- el único integrante de la legendaria banda en grabar todos sus álbumes.
Paz en su tumba y volumen alto a su música, con la cual todos a quienes los gusta el rock crecimos escuchando.
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