El pasado lunes en la mañana, mientras hacía mi
habitual ronda por la sección de noticias de diferentes medios de comunicación
musicales, un titular en especial llamó mi atención: “Chester Bennington es el
nuevo cantante de Stone Temple Pilots”. Lo primero que hice fue revisar la
fecha, pues pensé que era April Fool´s (la version gringa de nuestro Día de los
Inocentes). Pero no, no era ni primero de abril ni 28 de diciembre. Además,
estaba en todos los medios. Tenía que ser cierto. Sin embargo, el titular se
leía extraño. Tan extraño como aquel que confirmaba que Lou Reed y Metallica
estaban trabajando juntos en un disco. Una vez más, dos mundos musicalmente
opuestos juntaban fuerzas. Para quienes no saben, Chester Bennington es el
cantante del grupo estadounidense Linkin Park. Si conocen el trabajo de la
banda, sabrán que su sonido es una mezcla de nü metal, rock electrónico y algo
de pop (a veces me suenan como una boyband con instrumentos, pero eso es otra
historia).
Stone Temple Pilots y Linkin Park, al menos en mis oídos, no tienen
similitud alguna en su música. Mientras STP es uno de los máximos
representantes del grunge/post-grunge del primer lustro de los 90, Linkin Park
fue uno de los abanderados -junto a bandas como KoRn y Limp Bizkit- del nü
metal de finales de la misma década.
Después de corroborar la información en
diferentes medios (como me fue enseñado en la universidad), supe que no había
vuelta de hoja. Chester Bennington es el nuevo cantante de Stone Temple Pilots,
reemplazando al problemático pero talentoso Scott Weiland. En cuanto confirmé la
noticia, una pregunta surgió: ¿Cómo sonará la música del grupo con la voz de
Bennington? Sencillamente no me cuadraba. La respuesta a mi pregunta llegó en
la forma de una serie de videos publicados en internet. En ellos, el grupo toca
en vivo algunos de los clásicos de la banda. Al pensar en reemplazos para
Weiland, mil y un nombres me parecían una buena opción. Nunca se me ocurrió el
del cantante de Linkin Park, quien, dicho sea de paso, no le quedan para nada
grandes los zapatos de su predecesor.
Con respecto a la nueva alineación de Stone
Temple Pilots, según Bennington, la idea es grabar música juntos. Sin embargo,
no es claro cuándo o cómo será lanzada. A pesar de esto, el grupo ha adelantado
una muestra de lo que viene, una nueva canción: Out of Time. ¿Mi veredicto? Muy
buena. Aunque siento que Bennington está tratando de sonar mucho como Weiland.
¿Cuál es su veredicto?
Unas cuantas horas más tarde de recibir la
noticia del nuevo cantante de Stone Temple Pilots, me crucé con otro titular.
En este caso, no se trataba del nacimiento de un nuevo proyecto musical, sino
del fin de uno. Ray Manzarek, teclista de The Doors, había muerto tras una
larga batalla con el cáncer. Para muchos, pensar en The Doors es pensar en Jim
Morrison. Entendible. Su actitud de rock star (tal vez el primero de la
historia), sus letras, pinta, puesta en escena, dejaron una de las marcas más
duraderas en la historia del rock.
Así como es imposible no pensar en el
Poeta Eléctrico cuando se piensa en The Doors, creo que es imposible no pensar
en Manzarek. Lo que era Richard Wright para Pink Floyd, era Ray Manzarek para
The Doors: la columna vertebral del grupo, el arquitecto de las atmósferas que
crearon el inconfundible sonido del cuarteto, su arma secreta. Traten de
imaginar una canción de The Doors sin el teclado de Manzarek. La que quieran. Alabama Song, L.A Woman, Break on Through,
Light My Fire, Love Street, The Unknown Soldier. Lo más seguro es que no van a
poder, pero si lo logran, probablemente oirán en sus mentes una canción cuya
alma pareciera haber sido robada. Traten de hacer una lista de músicos cuya
interpretación de un instrumento se haya vuelto icónica e indentificable con
tan solo oírla. Manzarek y su interpretación del teclado deben estar en esa
lista.
El trabajo de Manzarek era tan único y vital
para The Doors, que al oírlo, así fuera en una canción no muy conocida, mucha
gente decía cosas como: “Eso es The Doors, ¿cierto?”. Ese tipo de músico era
él. No puedo pensar en muchos músicos que lograran tal efecto con sus
instrumentos.
La historia de The Doors es una de las historias
del rock que más me ha intrigado. Siempre he pensado cómo habría sido verlos en
vivo a finales de los 60, cómo era Jim Morrison realmente (la película de
Oliver Stone lo hace ver únicamente como un borracho incontrolable, algo que
sus compañeros de banda han criticado constantemente). En mis reuniones, fiestas
o iPod nunca ha dejado de sonar sus canciones. Me alegra, me divierte, me hace
ese sentir ese toque de rebeldía y eterna juventud con el cual está impregnado
el caos sistemático que es su música. Me inspira. Por eso, hoy digo: “Thank you,
Ray. Don´t forget to turn out the light”.