Decir que mi disco favorito de U2 es The Joshua Tree o Achtung Baby sería muy facilista. Sin embargo, entiendo por qué dichos álbumes figuran al tope de la listas de los fans del cuarteto irlandés. Canciones como With or Without You, Where the Streets Have No Name, One, entre otras, hacen de estos dos lanzamientos parte esencial de su historia. Consciente de eso (y sin querer ser el chico rebelde) un buen día decidí dar una mirada -o una oída, mejor- más profunda al catálogo del grupo. El comienzo de mi estrecho vínculo con U2 se dio más con Zooropa que con cualquier otro álbum. Stay sigue siendo una de mis canciones favoritas de la banda, tal vez mi favorita. Mi fijación por Zooropa se dio de forma natural, pues era lo que estaba sonando del grupo por esas épocas, ya que era su producción más reciente. Lo más lógico habría sido dirigirme a discos más recientes. Achtung Baby, por ejemplo. Sí, escuché One y Misterious Ways hasta el cansancio, pero no me detuve ahí.
Mi entonces curiosidad adolescente me llevó a los ochenta. Comencé por orden cronológico: Boy, October y War. Todos me deslumbraron, pero no como lo hizo The Unforgettable Fire. Había una magia diferente en este. Un misticismo y sonoridad especial. Desde los acordes iniciales de A Sort of Homecoming, pasando el coro épico de Pride, la sensibilidad de Promenade y Bad, hasta la hipnótica MLK, este disco es diferente, único. La canción que da nombre al disco es de las más raras que Bono y los suyos han escrito. No tiene un orden tradicional ni una estructura concreta, y su letra es prácticamente indescifrable. ¿Habla de prostitución? ¿Drogas?. Este disco no puede compararse ni ubicarse en el mismo nivel de otros de la banda. Por ejemplo, Zooropa y Achtung Baby son uno producto de otro. Rattle and Hum es el hijo de The Joshua Tree. Boy, October y War son la Sagrada Trinidad new wave y post-punk. Todos los álbumes lanzados en el nuevo milenio tiene hilos conductores similares. The Unforgettable Fire no se parece a nada. Es como la oveja rebelde que escapó al rebaño.
Tal vez dichas diferencias radican en que fue el primer lanzamiento con la colaboración de Brian Eno, o en el hecho de haber sido grabado en un castillo aislado y embrujado en Irlanda, pero el producto final es único. Por alguna razón, no logró cautivar a los fans, ni a los de siempre ni a los ocasionales. Si uno sale a la calle a preguntar a extraños cuál es su disco favorito de U2, dificilmente alguien le va a decir: "The Unforgettable Fire". Es más, habrá personas que ni siquiera lo conocerán.
Han pasado cerca de 20 años desde que escuché por primera vez The Unforgettable Fire. Lo estoy oyendo en este momento, de hecho. Su química conmigo es indeleble. Ni el paso del tiempo ni las miles de canciones que he oído en mi vida lo han sacado de mi lista de álbumes más preciados. Me ha acompañado en múltiples momentos de mi vida. Aún recuerdo una mañana antes de ir al colegio. Tendría unos 14 años. Ya conocía el disco pero no lo tenía. Así que llamé a un amigo (quien -junto con su hermano -me iniciaron en mi amor por U2) y le pedí el favor de que grabará The Unforgettable Fire (la canción). La escuché en mi walkman todo el camino al colegio, es decir, por algo más de una hora. Sin parar. Sus tonadas oscuras y melancólicas suenan tan frescas hoy como en aquella mañana. Es, definitivamente, un fuego inolvidable que no ha dejado de arder en los espesos bosques de mi melomanía.