Si bien las visitas de Caifanes a nuestras tierra son, afortunadamente, bastante frecuentes, siempre que pisan un escenario en Colombia la rompen. El concierto del pasado viernes 3 de mayo no fue la excepción. Los vi por primera vez, a pesar de seguirlos por décadas. Era una deuda pendiente, una de varias que he venido saldando con el rock latinoamericano. ¿Valió la pena la espera? Sí y mil veces sí.
En cuanto terminó el show, lo primero que pensé fue que la setlist fue una de las mejores armadas que le he visto a un grupo. Se nota que se tomaron el tiempo de diseñarla de tal manera que la buena vibra de su música nunca perdiera ritmo y siempre tuviera sentido. No se trata de tocar cualquier canción y en el orden que caiga. Saúl Hernandez y su corte claramente lo saben bien. Con las primeras 5 canciones del concierto (Viento, Nubes, Para que no digas que no pienso en ti, Miedo, y No dejes que) el grupo mexicano manda un mensaje claro: "somos una máquina de hacer éxitos..ah! y somos de la realeza del rock en español". Tras un inicio lleno de algunas de sus canciones más comerciales, la banda metió la mano un poco más profundamente en su baúl musical y sacó joyas como Ayer me dijo un ave, Los dioses ocultos, y Detrás de los cerros, original de Jaguares, proyecto paralelo de Hernández y el baterista Alfonso André.
Posteriormente, ya pasada la primera hora de concierto, fue notoria la intención de Caifanes: pisar fuerte el acelerador, subirle el volumen a los amplificadores y al voltaje, y darle al público asistente una descarga de guitarrazos potentes cortesía de temas como De noche todos los gatos son pardos, Perdí mi ojo de venado, Aviéntame -canción que involucró tanto al público que Saúl Hernandez no tuvo ni que cantarla por momentos-, y Afuera. El último tramo del concierto estuvo marcado por clásicos como Antes de que nos olviden, momento emotivo en el que la banda invitó al escenario a la madre de una antropóloga asesinada vilmente en Colombia en 2019, Aquí no es así, Te lo pido por favor -canción grabada por Jaguares y original de Juan Gabriel- La célula que explota, una de las favoritas en la cual el público cantó a grito herido, y el cierre corrió por cuenta de La negra Tomasa, con la cual nos pegamos la última bailoteada de la noche, a pesar de que Caifanes ya nos había drenado toda la energía.
El concierto, lleno total, tuvo que dejar a todo asistente plenamente satisfecho. Personalmente, tenía dudas de la guitarra de Rodrigo Baills, pues está midiéndosele a la dura tarea de llenar los zapatos de Alejandro Marcovich. Si bien tuvo un comienzo algo tímido, después de un puñado de canciones la estaba sacando del estadio, como toda la banda.
Si Caifanes quiere venir cada dos años, ¡qué venga cada dos años! Al fin y al cabo la banda le cae fine a Colombia.
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