A riesgo de sonar como un viejito anticuado pero creyendo firmemente que lo que digo es cierto, creo que el rock hace rato perdió sus cojones y capacidad de alterar el status quo. Los últimos en hacerlo realmente fueron Guns N' Roses y Nirvana. Después de la ola del nü metal, de la cual muchos no gustan, el rock le cedió su trono al pop y al rap, y los grupos del género se volvieron blandos y cuadriculados. Aclaro, no necesariamente malos, pero sí algo aburridos. Bandas como Kings of Leon y The Killers, simplemente no dan la talla en la categoría de incitar a las masas a rebelarse ante el sistema. En épocas de alta turbulencia política mundial alguien tiene que sentar su voz de protesta. Axl Rose y su corte no pueden ser los únicos con pantalones para criticar a Trump (¿recuerdan cuando al final de un concierto en México los Guns sacaron una piñata del encopetado presidente estadounidense para que el público la cogiera a golpes?). Que no pande el cúnico, diría el gran Chespirito, Rage Against The Machine viene al rescate.
Hace un puñado de días el grupo estadounidense anunció su regreso después de casi una década para hacer unas fechas por Estados Unidos, y no podrían haber llegado en mejor momento, sobre todo teniendo en cuenta el caliente panorama electoral estadounidense. A mediados de los 90, cuando era un adolescente y mi gusto musical seguía en formación, llegó a mis manos el álbum debut de la banda. Su portada, un monje ardiendo en llamas tras encenderse adrede, me mandó un claro mensaje sobre el contenido auditivo del disco: fuego puro. Eso siempre ha sido Rage, fuego puro. Desde las rimas desenfadadas de Zack de la Rocha y las guitarras distorsionadas de Tom Morello, hasta el bajo rebelde de Tim Commeford (el gigante de 1.93 que se atrevió a quemar una bandera gringa en pleno Woodstock 99) y la inexplicablemente pequeña pero potente batería de Brad Wilk, no sé si haya existido un grupo más rebelde e importaculista en la historia del rock.
Después del lanzamiento del álbum de covers Renegades en el año 2000 el grupo anunció su separación, culpando a la falta de ideas y otros tantos de los clichés que las bandas siempre nos venden al separarse. De dicho final nació Audioslave, banda formada por la parte instrumental de Rage, pero con Chris Cornell en la voz. En 2016, Morello, Commeford, y Wilk juntaron fuerzas una vez más para formar Prophets of Rage (que no se note que morían por revivir a Rage), banda con la que giraron alrededor de tres años junto a los raperos Chuck D y B-Real, de Public Enemy y Cypress Hill, respectivamente. Pero el fuego de ambas bandas no fue muy grande, quizás porque faltaba el fósforo perfecto para encenderlo: Zack de la Rocha, quien pasó sus años fuera del grupo haciendo cosas en solitario y en diversos proyectos.
Bienvenidos de regreso, muchachos. Es hora de quemar más banderas y de gritarle en la cara a la máquina política "fuck you, I won't do what you tell me".